La vuelta de vacaciones fue drástica, horrible y llena de compromisos, pero he sobrevivido. No precisamente gracias a mi disciplina sino a la suerte increíble que tengo. Porque obvio que se corren las fechas, las pruebas resultan más fáciles de lo que deberían ser, una amiga me manda un resumencillo loco, el profesor decide preguntar exactamente lo que yo me alcancé a estudiar... en fin, mi sorprendente, aunque cada vez más recurrente, suerte.
De viajes no hablaré por ahora, creo que ya fue suficiente y quiero guardar energía para los que están por venir.
El finde trabajé en la casa de unos Chilenos, Carola y Raimundo, que han sido un amor conmigo desde que llegué. Ellos tienen 3 hijas exquisitas, apretables y adorables. Como se iban de viaje a China me propusieron ser la BabySitter de la Nanda y la Sofía. De la Camila, que es la más chiquitita (apenas tiene unos meses), se encargó la Cinthia que es la nana que tienen hace varios años.
Todo resultó increíble. Las niñas se portaban relativamente, exceptuando algunos llantos de más, era un agrado. Me abrazaban todo el rato, regaloneaban con migo, me daban besitos... lo más deliciosas del mundo. La Cinthia resulto ser una chiquilla joven, casi de mi edad, así que cuando las niñas se quedaban dormidas aprovechábamos de conversar. Era muy entrete porque ella es de Filipinas y me contaba miles de cosas de su país, era interesante y divertida, me encantó. Bueno, y la casa, estupenda! Patio, piscina, terraza, cama 2 plazas, tv cable y comida casera. Fue como irme a Chile por 4 días. Lo pasé de lujo, y lo más gracioso es que me pagaron. Siento casi que yo les debería haber pagado.
Volví a mi casa, con penita, pensando que falta hasta navidad, cuando esté con Feli, para volver a sentir esos abrazos tan cercanos, tan sinceros, tan desinteresados, tan naturales y tan cómodos. Y al llegar me encontré con una sorpresa preciosa. Una carta de mi Yaya! Fue lo mejor, lo más dulce y el mejor recibimiento.
De alguna forma, eso me dijo bienvenida a casa.
De viajes no hablaré por ahora, creo que ya fue suficiente y quiero guardar energía para los que están por venir.
El finde trabajé en la casa de unos Chilenos, Carola y Raimundo, que han sido un amor conmigo desde que llegué. Ellos tienen 3 hijas exquisitas, apretables y adorables. Como se iban de viaje a China me propusieron ser la BabySitter de la Nanda y la Sofía. De la Camila, que es la más chiquitita (apenas tiene unos meses), se encargó la Cinthia que es la nana que tienen hace varios años.
Todo resultó increíble. Las niñas se portaban relativamente, exceptuando algunos llantos de más, era un agrado. Me abrazaban todo el rato, regaloneaban con migo, me daban besitos... lo más deliciosas del mundo. La Cinthia resulto ser una chiquilla joven, casi de mi edad, así que cuando las niñas se quedaban dormidas aprovechábamos de conversar. Era muy entrete porque ella es de Filipinas y me contaba miles de cosas de su país, era interesante y divertida, me encantó. Bueno, y la casa, estupenda! Patio, piscina, terraza, cama 2 plazas, tv cable y comida casera. Fue como irme a Chile por 4 días. Lo pasé de lujo, y lo más gracioso es que me pagaron. Siento casi que yo les debería haber pagado.
Volví a mi casa, con penita, pensando que falta hasta navidad, cuando esté con Feli, para volver a sentir esos abrazos tan cercanos, tan sinceros, tan desinteresados, tan naturales y tan cómodos. Y al llegar me encontré con una sorpresa preciosa. Una carta de mi Yaya! Fue lo mejor, lo más dulce y el mejor recibimiento.
De alguna forma, eso me dijo bienvenida a casa.