4.12.09

Yo no entender, pero jiji (un sin sentido noctámbulo)

El problema no es estar lejos, sino sentir que por más que uno llame y escriba la vida es otra. A veces me cuesta entender que simplemente me toca acostumbrarme y asumir que no importa cuánto pino le ponga… acá estoy sola y son mis uñitas las que me han de rascar. ¿Y cómo diablos se hace eso? Sobre todo, ¿Cómo diablos se hace eso cuando uno ha tenido centenares de deditos rascándole la espaldita durante 24 años?

No es que a veces piense que soy muy niña, lo soy. El mundo para mí es un montón de cosas buenas, fortunas que el universo ha dispuesto en un afán conspirativo para que yo nunca jamás sufra penurias muy grandes. Las cosas malas son circunstanciales, errores, desastres pasajeros, que el tiempo y la buena voluntad humana corregirán muchísimo más temprano que tarde.
Entonces toda la ingenuidad que, más que invadirme, me conforma como ser, choca con una realidad que no es cruel ni mala, sino que simplemente divergente. Cuesta hacer calzar las piezas de este Tokio en el cuento tan lindo que pretendo de la vida. No es que no vea las cosas con alegría, no me malentiendan, es simplemente que ahora la pena si llega. Ahora las lágrimas si corren, ahora la frustración si se traduce en chilliditos sordos y unos cuanto garabatos. Y cuesta, cuesta asumir que hoy las cosas se procesan, ya no se obvian como antes y por ende requieren más tiempo, más razón y mucho más corazón.

También cuesta asumir que mis felicidades son más plenas y el cariño que hoy puedo sentir no se sabe esconder, sale a pasear sin permiso el muy fresquito. Y yo que tan recatada y yo que tan disimulada y yo que tan seria… ahora me rio, me sonrojo y también me duele la guatita, de cosita, de pura cosita.