23.11.10

Las hojitas cambian de color!!


Hace mucho tiempo que no escribo, cerca de un año, pero hoy desperté con ganas. Con ganas de contar y cantar muchas cosas. Por ejemplo que ya no me pierdo en esta ciudad. Que Tokio no me acoge y posiblemente nunca lo hará, pero yo ya le encontré la maña. Que ya entiendo lo que pasa a mi alrededor y que los kanjis siguen siendo figuras misteriosas, pero mucho más amables y comprensibles. Que estudio como loca, probablemente más que nunca, pero me gusta porque sé que la causa es la pasión que siento por lo que estoy aprendiendo. Estoy feliz, embalada, comprometida y riéndome todos los días. Las cosas van de pelos y, sí, el amor cumple su buena parte en eso.


Pero después de este resumen breve de mi estado actual, les quiero contar lo que hice el fin de semana. Resulta que en Tokio ya empezaron a cambiar las hojitas de color!! Empezó la temporada de koyo como le llaman ellos en que los árboles, antes de botar sus hojas, las convierten en rojas o amarillas. Un tiempo lindo en que yo, incluso con mi cámara que a los ojos de los japoneses es un vejestorio, me muero de ganas de salir a sacar fotos.

Así que eso hicimos el domingo, fuimos al Parque Koishikawa Korakuen, cerca de la estación Iidabashi, al lado del Tokyo Dome. Es un parque de estilo Japonés increíble que existe desde los tiempos de Tokugawa, o sea, lo construyeron como en el 1600. Este Parque tiene una laguna al centro y está rodeado de árboles que, justamente por estos días, andan poniéndose colorados o amarillos. Por ahí y por allá hay escalinatas, puentecitos, caídas de agua…todo chiquito, pero todo bonito.

Aquí dejo unas fotos para que vean cómo empieza el invierno por acá.



4.12.09

Yo no entender, pero jiji (un sin sentido noctámbulo)

El problema no es estar lejos, sino sentir que por más que uno llame y escriba la vida es otra. A veces me cuesta entender que simplemente me toca acostumbrarme y asumir que no importa cuánto pino le ponga… acá estoy sola y son mis uñitas las que me han de rascar. ¿Y cómo diablos se hace eso? Sobre todo, ¿Cómo diablos se hace eso cuando uno ha tenido centenares de deditos rascándole la espaldita durante 24 años?

No es que a veces piense que soy muy niña, lo soy. El mundo para mí es un montón de cosas buenas, fortunas que el universo ha dispuesto en un afán conspirativo para que yo nunca jamás sufra penurias muy grandes. Las cosas malas son circunstanciales, errores, desastres pasajeros, que el tiempo y la buena voluntad humana corregirán muchísimo más temprano que tarde.
Entonces toda la ingenuidad que, más que invadirme, me conforma como ser, choca con una realidad que no es cruel ni mala, sino que simplemente divergente. Cuesta hacer calzar las piezas de este Tokio en el cuento tan lindo que pretendo de la vida. No es que no vea las cosas con alegría, no me malentiendan, es simplemente que ahora la pena si llega. Ahora las lágrimas si corren, ahora la frustración si se traduce en chilliditos sordos y unos cuanto garabatos. Y cuesta, cuesta asumir que hoy las cosas se procesan, ya no se obvian como antes y por ende requieren más tiempo, más razón y mucho más corazón.

También cuesta asumir que mis felicidades son más plenas y el cariño que hoy puedo sentir no se sabe esconder, sale a pasear sin permiso el muy fresquito. Y yo que tan recatada y yo que tan disimulada y yo que tan seria… ahora me rio, me sonrojo y también me duele la guatita, de cosita, de pura cosita.

26.11.09

Buscando y encontrando


Por fin logro encontrar la tan compleja y poco recurrente combinación tiempo-ganas. Y aunque poco ha cambiado acá, cada vez me siento un poco más ocupada, cosa buena, porque el tiempo libre me mata.

Bueno, hay hartas cosas que me matan, como el silencio del metro cada mañana, desesperante quietud que ya no oso a interrumpir con mi tarareo de Juan Luis Guerra, Chayanne o cualquier reggaetón alegramañanas. Es que luego de tanta cara fea y carraspeo desaprobatorio, decidí respetar su maldita costumbre de viajar cada día al trabajo como quien va a un funeral. No es que no escuche más mi “música docta”, ni tampoco es que no la cante más cuando voy en la bici, o caminando en la calle…pero bueno, alguna concesión había que hacer a esta fábrica de gente sola. Además, ya logré encontrarle un lado positivo de la cosa y soy capaz de estar contenta con los movimientos de cabecita, o sea, ahí sí que no tranzo.

Pero tranzo en un montón de cosas más, y es que no queda otra. Ya me he acostumbrado a llenar papeles interminables para cada cosa que uno quiera solicitar, ceder o arrendar. Al comienzo lo odiaba, alegaba, pataleaba, ahora ya me importa un carajo, total, cada país con su loco sistema. Si acá les gusta escribir todo en papel, archivar y timbrar…o sea modernos nominalmente porque al final para cualquier proceso les gusta el papel que se toca, se entinta y se arruga. Y yo, una porota rosadita, quién soy para venir a decirles que lo cambien pues…sobre todo considerando que por más que alegue a ellos les importará un carajo y me devolverán una sonrisa de esas polite, que en verdad esconden detrás “un gusto tenerla en frente, pero me importa una raja lo que me está diciendo”.

Eso es lo terrible a veces, sentir que estoy viviendo en un lugar donde en verdad a todos les importa nada lo que me pase. No digamos que de vuelta en Chile soy una destacada figura pública, pero hay una red enorme de personas increíbles, preciosas que me quieren y que me apañan pase lo que pase…o sea, allá sé que cuento con ustedes. Acá la cosa es un poco más compleja, porque cuesta no ver a la gente ayudándose, acompañándose o simplemente riéndose… supieran la gente que he visto riéndose a pata suelta desde que llegué a Tokyo, me sobran dedos de la primera mano.

Pero a falta de risas niponas están las risas de mi casita de acá ¡Ah, tanta suerte! Yo sé, racionalmente, que cuando uno está afuera tiene que tratar de conocer a gente distinta, de otras culturas, de costumbres lejanas y diversas, pero lo cierto es que, emocionalmente, cuando uno está inmersa todo el día en una olla a presión en la que se cuecen extravagancias, no hay como llegar a un espacio en el que te entiendan. Y creo que lo encontré. Hay un grupo de chiquillos acá en mi Dorm que son un amor, todos latinos, cariñosos, conversadores, buenos para la chacota y también para subirle el ánimo a cualquier tristón deprimido. Me hacen bien y espero que, cuando yo me vaya soltando, también sea capaz de hacerles bien a ellos. Y bueno, si después encuentro a alguien más particular a quién hacerle bien…mmm…tantísmo mejor, no? jijijij

Obvio que el estar encontrando gente linda acá, no quita el que adore cada vez que me llegan sus mensajes, sus mails, sus cartas, sus fotos, hasta sus invitaciones para cumpleaños y fiestas a los que ciertamente no podré ir. Me encanta sentir que aunque estoy más lejos que el carajo, lo s tengo al lado, al ladito. Basta que diga Ay, y ya hay varios haciéndome nanai a la distancia. Lo agradezco con toda el alma, porque todos esos cariños, aunque sean el mensaje más chiquito del mundo, me dan fuerzas para seguir acá, tan lejos, a veces tan solita y a veces tan lloroncita. Todos esos cariños hoy tienen un valor gigante y me confirman, cada día, que puedo seguir otros caminos, que puedo seguir probando cosas nuevas. Puedo, porque tengo la certeza de que hay un lugar calentito al que volver al final del viaje.


4.10.09

¡Haga amigos! Me dijo mi mamá…


Primera semana de clases y ya logré comprender en esencia y cuerpo la experiencia del personaje tan denostado por todos, ese del que todos hemos escuchado, pero nadie conoce su historia a cabalidad, el pobre, pobre Teniente Bello. Es que… qué onda lo perdida!!!

Llegué el lunes en la mañana, media hora antes de que partiera mi clase, más nerd imposible … Ni siquiera fue a propósito, pero es que no sabía bien cuánto se iban a demorar los trenes que tenía que tomar. Ahí me siento y un malayo me empieza a hablar, uno de esos tipos lateros que uno dice: “Puuuucha, ojala que no todos mis compañeritos sean así”. Recién cuando faltan 10 minutos para que empiece la clase llega el resto… un conjunto bien poco homogéneo y definible. Mis classmates de a poco van saludando y me entero que vienen Mongolia, Tanzania, Tailandia, México y Suiza, Cuatro continentes en una sola sala de clases. La cosa se ve bien aspectada, ya saben que esto de la mezcla étnica no sólo me gusta, sino que me emociona a moriiirrr. Pero, para que les embolino más la perdiz, la sonrisa me duró cinco minutos más, porque apenas llegó la profesora se mandó unas cuatro frases y caché perfecto que este semestre no sería nada de fácil. Siendo bien, bien honesta entendí Ohaio Gozaimasu y de ahí todo sonaba a nada, pedazos de palabras inconexas, expresiones y risas que, según mi perspectiva no tenían nada que ver conmigo. Hasta que, claro, me di cuenta que todos me miraban fijo y que esperaban que respondiera algo… Pero, QUÉ? Seguramente nunca lo sabré porque sólo apliqué una buena sonrisa de cumpleaños, todos se rieron y siguió la clase… salvada, creo, espero. Si quedé como una idiota, al menos fui una idiota tierna.

Esa fue la tónica de la semana a excepción del martes, día bendito en el que tengo una clase en inglés. Communication Across Cultures, obviamente desde el primer segundo mi clase favorita, no sólo porque entendí todo, sino porque todo lo entendido me gustó. Imagínense un curso en el que durante seis meses les enseñen a descubrir sus falencias y sus capacidades para poder transformarse en una herramienta que permita el entendimiento entre culturas… como hecho a medida rosística, no?

A excepción de ese momento glorioso, mis otras seis clases fueron un signo de interrogación constante en mis ojos, en mis oídos y, sobre todo, en mi boca, que no fue capaz de emitir un sonido coherente durante las introducciones en las que todos querían saber muchas cosas de mí. Pero yo, más allá de decir que era de Chile y que era periodista me limitaba a mirar con cara risueña que en el fondo gritaba desesperada : “Ah, carambaaaa, qué quieren de mí! Aguántense un mes y ahí hablamos, vale?”.

Así la cosa pues, tengo fe, si le pongo pino, ganas, mucho estudio y atención, en un mes más estaré hablando algo decente. Ya saben cómo soy, esta lengua no me la va a ganar.

21.9.09

Yuhachi nichi Tiki tiki ti!


Nunca tendré una fonda más linda que la que me hicieron mis amigas antes de venirme a Japón. Y sé que no habrá tampoco una guirnalda pegada con más cariño ni unos algodones de azúcar más llenos de esponjoso amor que esos. Y creo, en vista de los hechos, que no habrá un 18 más bizarro que el que acabo de vivir en Tokio.

Temprano en la mañana salí de Soshigaya House con 3 chilenos más. Vaya las cosas de la vida, conocía a una de Santiago. Todos unos amores llevaban un buen tiempo ya viviendo en Japón así que me guiaron en la travesía hasta el centro de eventos donde la Embajada celebraba las fiestas patrias. Primera buena sorpresa, en el mástil flameaba la banderita chilena… para que estamos con cosas, aunque lleve solo dos semanas acá igual me emociona nuestra estrellita.

Entro y en la sala todos pesan más que el promedio japonés, las caras más redonditas son la norma y el pelo negro, liso, perfecto, se aleja de la regla. La cueca suena en el aire y por un ratito se me olvida que estoy a miles de kilómetros de mi casa.

En la fiesta se bailó cueca, pascuense y hasta la presidenta se mandó un saludo dieciochero. Había pisco Sour, vino, empanadas, pastel de choclos y mi favorito …Pebre, oh, pebre, picoso manjar encebollado!! Así que me mande unos buenos pancitos y filo con el dragón, todos estábamos en la misma al final, total, todos éramos chilenos.

Pero las cosas se acabaron y tuve que pasar a la chelita, que no era ni chilena, pero bueno algo había que tomar, hasta que, básicamente nos empezaron a echar. Y ahí, la colada magnífica, me pegué como stick-fix al mismo grupo que me había llevado y para seguir celebrando con ellos… pero no había asado, no había chicha… y… a falta de todo eso…KARAOKE!!! jajaja Celebré el 18 en un lugar, lleno de luces colores y tecnología, en el que por un precio fijo (que no pagaría ni por una fonda en el Ritz) te daban todos, todos, todos, los tragos que quisieras. Y cantando “Wake me up before you go go”, “I´ll Survive” y “A la la la la loun” entre otros grandes clásicos del cancionero nacional, terminé on the ball, como cualquier septiembre en el litoral central. Claro que esto no era Algarrobo o Papudo, pero era tanta mi alegría que Shibuya, con sus carteles de neón y sus hordas de nipones avanzando como masa compacta, me pareció el símil de la ramada más pintoresca jamás vista.

13.9.09

The place I'll call home...


Hace una semana a esta misma hora sobrevolaba el mundo en algún misterioso punto del Pacífico. Ahora ya estoy viviendo en Japón, tal cual, ya soy oficialmente una residente temporal de este grandísimo y, por lo pronto, incomprensible país.
Aún no voy a Asakusa, ni Shibuya, ni siquiera a Harajuku. Sé que son los lugares a los que debería haber corrido a sacar fotos, desesperada tratando de respirar el aire japonés, escuchar sus gritos y percibir su esencia… lo cierto es que no he tenido ni un momento para eso. Desde que llegué he tenido que hacer trámites al por mayor correr por todas partes porque acá los plazos no son decorativos. O cumples o te jorobas.

Así, en menos de una semana he logrado obtener mi certificado de residencia, mi seguro de salud (si me pasa cualquier cosita los nipones pagan el 70% de todo, aunque yo sea una sudaquilla mantenida por su propio gobierno jajaja). También tengo cuenta bancaria (de lo más Bussiness Woman con mi International Bank account y la güarifaifa) y claro un lindo y moderno celular que me cuesta un mundo usar porque va como 10 años más adelante que yo… en resumen: puedo ver tele con subtítulos. Por último, la adquisición más importante de todas, porque me hace convencerme de que este es mi nuevo hogar, TENGO BICI!!! Es más simple que el carajo, la compré en el supermercado, pero me apaña y debo confesar que ya la amo.

Estoy feliz, mi pieza es justo lo que puedo necesitar y si bien el complejo en el que vivo no es precisamente el emblema de la higiene japonesa, me acostumbro y me quejo cada vez menos. Ya tengo a una amiga y sin pudor la invado cada vez que me siento sola… ella también hace lo mismo, lo que me hace sentir aún mejor. Hasta hemos ido a carretear…en bici, of course, todo el Style.

La Maida me comentó en un mail el otro día que cómo diablos podía armar toda mi vida en tan poco tiempo. Y lo cierto es que siento que esta es sólo una parte más que se suma a la vida que ya tengo. Quizás no me cueste tanto armar cosas nuevas porque sé que aunque salga mal tengo la otra parte de mi vida, tengo a la gente que me quiere y que está conmigo igual que siempre, dándome ánimo, escuchando mis tonteras y haciendo jipjiphurra. Gracias por las buenas vibras, les cuento que llegan nítidas, “fuerte y claro” hasta este barrio de Tokio ;)