26.11.09

Buscando y encontrando


Por fin logro encontrar la tan compleja y poco recurrente combinación tiempo-ganas. Y aunque poco ha cambiado acá, cada vez me siento un poco más ocupada, cosa buena, porque el tiempo libre me mata.

Bueno, hay hartas cosas que me matan, como el silencio del metro cada mañana, desesperante quietud que ya no oso a interrumpir con mi tarareo de Juan Luis Guerra, Chayanne o cualquier reggaetón alegramañanas. Es que luego de tanta cara fea y carraspeo desaprobatorio, decidí respetar su maldita costumbre de viajar cada día al trabajo como quien va a un funeral. No es que no escuche más mi “música docta”, ni tampoco es que no la cante más cuando voy en la bici, o caminando en la calle…pero bueno, alguna concesión había que hacer a esta fábrica de gente sola. Además, ya logré encontrarle un lado positivo de la cosa y soy capaz de estar contenta con los movimientos de cabecita, o sea, ahí sí que no tranzo.

Pero tranzo en un montón de cosas más, y es que no queda otra. Ya me he acostumbrado a llenar papeles interminables para cada cosa que uno quiera solicitar, ceder o arrendar. Al comienzo lo odiaba, alegaba, pataleaba, ahora ya me importa un carajo, total, cada país con su loco sistema. Si acá les gusta escribir todo en papel, archivar y timbrar…o sea modernos nominalmente porque al final para cualquier proceso les gusta el papel que se toca, se entinta y se arruga. Y yo, una porota rosadita, quién soy para venir a decirles que lo cambien pues…sobre todo considerando que por más que alegue a ellos les importará un carajo y me devolverán una sonrisa de esas polite, que en verdad esconden detrás “un gusto tenerla en frente, pero me importa una raja lo que me está diciendo”.

Eso es lo terrible a veces, sentir que estoy viviendo en un lugar donde en verdad a todos les importa nada lo que me pase. No digamos que de vuelta en Chile soy una destacada figura pública, pero hay una red enorme de personas increíbles, preciosas que me quieren y que me apañan pase lo que pase…o sea, allá sé que cuento con ustedes. Acá la cosa es un poco más compleja, porque cuesta no ver a la gente ayudándose, acompañándose o simplemente riéndose… supieran la gente que he visto riéndose a pata suelta desde que llegué a Tokyo, me sobran dedos de la primera mano.

Pero a falta de risas niponas están las risas de mi casita de acá ¡Ah, tanta suerte! Yo sé, racionalmente, que cuando uno está afuera tiene que tratar de conocer a gente distinta, de otras culturas, de costumbres lejanas y diversas, pero lo cierto es que, emocionalmente, cuando uno está inmersa todo el día en una olla a presión en la que se cuecen extravagancias, no hay como llegar a un espacio en el que te entiendan. Y creo que lo encontré. Hay un grupo de chiquillos acá en mi Dorm que son un amor, todos latinos, cariñosos, conversadores, buenos para la chacota y también para subirle el ánimo a cualquier tristón deprimido. Me hacen bien y espero que, cuando yo me vaya soltando, también sea capaz de hacerles bien a ellos. Y bueno, si después encuentro a alguien más particular a quién hacerle bien…mmm…tantísmo mejor, no? jijijij

Obvio que el estar encontrando gente linda acá, no quita el que adore cada vez que me llegan sus mensajes, sus mails, sus cartas, sus fotos, hasta sus invitaciones para cumpleaños y fiestas a los que ciertamente no podré ir. Me encanta sentir que aunque estoy más lejos que el carajo, lo s tengo al lado, al ladito. Basta que diga Ay, y ya hay varios haciéndome nanai a la distancia. Lo agradezco con toda el alma, porque todos esos cariños, aunque sean el mensaje más chiquito del mundo, me dan fuerzas para seguir acá, tan lejos, a veces tan solita y a veces tan lloroncita. Todos esos cariños hoy tienen un valor gigante y me confirman, cada día, que puedo seguir otros caminos, que puedo seguir probando cosas nuevas. Puedo, porque tengo la certeza de que hay un lugar calentito al que volver al final del viaje.


2 comments:

Anonymous said...

Ahhh, Rosario, escribe más seguido porfa que me encanta leerte. Me causa tanta curiosidad eso de que los japoneses se rían tan poco.
Me acuerdo una conversación que tuvimos un día fumábndonos un cigarro en copesa -cuando se podía fumar en el patio de los camiones- que me contabas que una vez conociste auna asiática y te llamaba tanto, tanto la atención su manera de ser, que desde ahí te volviste una curiosa adicta a entenderlos.
Ahora estás entendiéndolos y no entendiéndolos, in situ. Lo encuentro genial. (por ejemplo amí me encantaría alguna vez estar dentro de un cerebro jaja)
Cuéntame más de ellos, Rosita, que se me pegó un poquito de tu curiosidad...
Te quiero!!!!!!!!!

CaTa said...

Concuerdo con la Dani. Escribe más!! y es una pena que los japoneses sean tan poco alegres y les moleste cuando cantes en el metro, pero es muy bueno que tengas a tus amiguis latinos de tu hogar (yo creo que debe ser a quienes es más fácil entender, y por eso más fáciles de conocer).
Millones de besoss
te quiero y estamos hablando :)