Khap Khun Kha Bangkok

Estaba triste, nostálgica y sintiéndome lejos, pero ya no. Ya no porque ustedes fueron lo máximo, gracias por preocuparse, postearme, mandarme e-mail y llamarme. Eso fue fundamental para olvidarme de la penita. Aunque como comprenderán en los próximos párrafos el viajecito a Bangkok también ayudó.

La primera vez que fui a Tailandia, hace unos meses, me impresionó la amabilidad de la gente, su disposición a ayudarte en lo que necesites y lo fácil que les resulta reírse de sus propios errores o faltas.
En Bangkok fue eso y mucho más. En cuatro días visitamos lugares maravillosos. Bastaba el contacto visual para empezar a negociar el tuc-tuc, vehículo graciosísimo y en extremo adrenalínico, que por unos 750 a 1500 pesos te puede llevar a la parte que a ti se te ocurra. Es más, te puede llevar gratis si te das la lata de pasar por un local de sastres, joyas o souvenirs, tienda que por el sólo hecho de que mires lo que tienen, le dará al conductor del tuc-tuc un cupón de bencina.
Así, con el pelo al viento en este minicamioncito-carroza, llegábamos a lugares increíbles, preciosos, impensados.
La primera parada fue el Grand Palace una construcción maravillosa que mezclaba totems, elefantes, dragones, cúpulas, puntas, dibujos, texturas, oros y brillos. Construcciones lindísimas una al lado de la otra y en medio de todo Wat Phra Kaeo, un templo budista, que a pesar de las muchas personas que estaban adentro, conservaba el cariz de paz, que luego comprendería, es característico de estos lugares.
Lugo fue el mercado flotante, una farsa para turistas. Y luego volver a los templos.
Wat Benchamabophit, el templo de mármol, me encantó. Adentro una decena de monjes budistas rezaba o reflexionaba, afuera el sol comenzaba a ponerse. Entre los tonos naranjos empezamos a recorrer un parque, en un silencio que estaba suavemente decorado por unos cantos lejanos. Caminamos hasta llegar a unas casitas, unas especies de cabañas donde colgaban unos géneros. Miramos un rato hasta que por fin comprendimos que ahí vivían los monjes, la raíz del silencio y la paz en las que nos veíamos envueltas.
Al día siguiente Wat Poh, el templo del lying Buda, así tal cual, en ese templo hay un Buda dorado, gigaaaante, enoooorme y apoteooooosico, que está echado, con almohadita y todo.
Pero de todos los templos el que más me impresionó fue uno mísero, cagoncito, que está entr malls, edificios, contaminación y skytrain. Ni siquiera logre descubrir si tenía nombre. Pero me pareció lejos el más interesante. Los jóvenes más fashion de Asia, visitaban ese templo en sus tránsito de mall a mall. Vestidos de Adidas, Lacoste o LV, se arrodillaban frente al Buda, le prendían inciensos, daban ofrendas e inclinaban sus cabezas. Incluso uno que otro le pagaba a las bailarinas (producidas con traje y todo) para que le ayudaran en su rezo, con cantos y bailes.
Una mezcla extraña, consumismo y religión, Piedad Fashion.
También vimos al Golden Buda, Chinatown y unas cuantas cosas más. El viaje tuvo conflictos amistosos, con ruptura de amistades incluida, pesadeces iban pesadeces venían, pero nada logró arruinarme el viaje, nada me quitó la emoción y la baba de estar en Bangkok. A veces soy así, me desentiendo de esas cosas para concentrarme en las cosas lindas, esas que me inspiran y me hacen más feliz.

Y cuando no he sido así ahí han estado ustedes. Gracias de nuevo, desde lejos sentí miles de abrazos y cariños, es como si estuvieran acá conmigo.

Ps: Nuevamente no me deja subir fotos mi pequeño y taimado blog...será para otro día : p